Para entender la nostalgia

by Pablo Ortiz
Published by Revista Ñ (Clarín)
Buenos Aires, Argentina

Sin que el público tenga clara conciencia de ello, así como en el caso de los jugadores de fútbol, los compositores argentinos cotizan bien en el exterior.

[…] Tres generaciones

Hay por lo menos tres generaciones de compositores argentinos que se fueron: una primera, que incluye a Mario Davidovsky y a Mauricio Kagel; una segunda, en la que hay muchísimos nombres, entre ellos Martin Matalon y Golijov; y finalmente, una más reciente, en la que se destacan Strasnoy, Benzecry, Andel, Baldini y Toledo. Antonio Tauriello y Gerardo Gandini, que tienen una carrera internacional importante, nunca se fueron del todo. Recuerdo que Gerardo me dijo una vez que fuera de Buenos Aires no se le ocurría nada: no es casual que recientemente la legislatura porteña lo declarara ciudadano ilustre. […]

Este panorama sugiere que el país ha producido una cantidad de compositores totalmente desproporcionada respecto del tamaño de su población. También, que un número considerable de ellos se han ido y han desarrollado carreras muy exitosas en el exterior, y finalmente, que hay muy pocas compositoras, en toda esta larga lista, sólo una fuera del país, Laura Andel, que vive en Nueva York, y dos más que viven en la Argentina, Marta Lambertini y María Cecilia Villanueva. Es posible que haya otras que desconozco y que esto esté cambiando en las generaciones más recientes. Todo esto merece ser estudiado en detalle; sin embargo, la vitalidad en la Argentina de una actividad que ha sido descripta como una forma menor de la locura es notable.

Mario Davidovsky se maravillaba porque cuando dio una clase magistral en el Conservatorio Nacional hace unos años con el chelista Fred Sherry, los estudiantes no se iban, pedían más y más ejemplos, hacían miles de preguntas, al punto que dos horas y media después de lo que debió haber sido el final de la clase, se fueron todos a un bar para seguir la charla de modo más informal. Hay una avidez y una pasión difíciles de encontrar en otras partes, y no me imagino que la inversión que se hace en el campo de la educación musical (que sospecho debe ser minúscula) tenga demasiada relación con esa pasión y esa avidez. Es posible que la Argentina sea un país mucho más musical de lo que imaginamos, más allá del tango, del folklore y del rock nacional, y puede ser que no haya suficiente espacio, en todos los sentidos del término, para desarrollar una cultura musical de semejante calibre. Quizás algunos tengan que irse para entender mejor la nostalgia.

Source: Revista Ñ